jueves, 23 de enero de 2014

Gracias. Siempre gracias

¡Hola, hola, hola!

Querido lector, ¡vamos de vuelta con el blog! Me preguntaba ayer un amigo sacerdote sobre cuáles son los temas de los que suelo escribir aquí, y la verdad es que ello me hizo darme cuenta de que no hay una línea general clara. Este blog es un batiburrillo de cosas mejor y peor escritas y, desde luego, con poco orden. Es así. ¡Qué le vamos a hacer! Y hoy, amigo lector, quería escribir unas líneas sobre la importancia de saber dar gracias en la vida.

Uno de los libros que estuve leyendo durante los ejercicios espirituales (¡la verdad es que no recuerdo cual!), hablaba de que siempre debemos buscar la mejor manera de dar, la cual no es otra que dar gracias siempre. ¡Cuánta razón!

Se trata no de vivir como superiores al resto de personas que nos rodean sino con toda humildad hacia ellos (¡que no es lo mismo que tener complejo de inferioridad o ser tontos!). ¡Cuántos problemas de relación con los demás tendrían rápida solución y no se harían mas grandes si simplemente viviéramos con un corazón agradecido.

Con Dios esto es posible. El que es capaz de vivir ante Dios reconociendo su pequeñez tendrá gran parte del camino allanado a la hora de tratar con agradecimiento a los demás. ¡Por supuesto hay que saber bien quién es Dios! No se trata de un tirano dictador que por ser más grande nos obligue a rendirle pleitesía. Dios es un Padre, y un Padre bueno que comprende y se compadece de todo lo que nos sucede. Dios se ha hecho hombre, está muy cerca en Jesucristo. No se trata de que uno se vuelva loco para saber quién es Dios, es el mismo Dios quien ha venido a decírnoslo. Fácil y genial.

Viendo a Dios que se hace pequeño nosotros seremos capaces de ser agradecidos, pues que se haga hombre nos dice que es tan grande que no hay una forma mayor y mejor de corresponderle que el agradecimiento con nuestra propia vida.

La vida de los santos tiene que ver con este párrafo anterior, querido lector, pues ellos lo han hecho así. Me vuelven a la cabeza unas bonitas palabras del Salmo 29: "Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre". ¡Ahí está la vida feliz! Y es para nosotros. Hasta más leernos, amigo lector. Y Dios te bendiga.

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